
Mi pareja no es vegana. Mis padres no son veganos y mis hermanos tampoco. Mis mejores amigos tampoco son veganos. Muchas veces me he encontrado en la situación en la que la rabia y la frustración pueden conmigo y les he reprochado su incoherencia. Casi todos ellos tienen animales, y si vieran sufrir un animal en directo, irían corriendo a socorrerlo. Pero siguen comiendo animales, miran a otro lado y sí, desde la más fría bondad, me dicen que seguirán haciéndolo por muy incoherente que sea.

La disonancia cognitiva fue un término acuñado por Leon Festinger. Describe el estado de tensión o malestar psicológico que se produce cuando una persona sostiene dos o más creencias, actitudes o comportamientos que son contradictorios entre sí.
Las personas veganas padecemos disonancia cognitiva y emocional a diario. Amamos profundamente a nuestras parejas, familia y amigos y que, con sus elecciones alimentarias, machacan nuestros valores fundamentales sobre el trato animal.
La ética animal es, en este caso, un valor central para nosotros, que choca con las costumbres, la tradición y la conveniencia. Este conflicto es continuo y no termina nunca. Resulta agotador. Todo ello junto al estrés de una minoría ética puede provocar un aislamiento social. La necesidad de justificar las elecciones, la confrontación constante y la sensación de soledad en los principios pueden generar un estrés crónico que retroalimenta la contradicción interna. A veces es tal el conflicto, que algunas personas deciden renunciar al veganismo, a sus principios, para encontrarse de nuevo en la misma dirección con su entorno y las personas que más quieren.
La convivencia exige la gestión de este conflicto. Ahora bien, ¿cómo aceptamos querer a alguien que no está alineado con lo que consideramos lógico y de un valor ético profundo de no causar daño a seres sintientes? ¿Cómo se reconcilia la idea de que una «buena persona» puede indirectamente causar daño a los animales?

En este planteamiento podemos encontrar tres puntos que suelen ayudar a llevar este conflicto tanto interno como externo lo más pacíficamente posible.
Es importante no juzgar. La mayoría de los veganos que existen actualmente nacieron y crecieron en una dieta no vegana. Tardaron más o menos en fijar sus ideas y en llevar una dieta acorde a sus valores. No podemos exigir a nadie nada desde el malestar, porque seguramente salgan corriendo. No debemos juzgar a los que más queremos porque, seguramente, no saquemos nada de ello. Quizá en algún momento de sus vidas decidan no comer animales. Quizá no lo hagan nunca.
Encontrar puntos en común. Enfocarse en los valores compartidos. Si nuestros amigos adoptan perros, ayudan también a los animales. No debemos achacar que deban hacer más, sino apoyar aquello que nos une.
Aceptar la imperfección. Ser vegano significa dar un paso importante hacia el respeto a los animales, pero eso no nos convierte en mejores personas en todo lo demás. Nadie es perfecto, nadie está libre de contradicciones. Lo esencial es reconocerlas, convivir con ellas y mantener la conexión con quienes queremos. Desde esa honestidad, podemos apoyarnos unos a otros y, sin buscar la perfección, seguir aprendiendo, creciendo y mejorando.
Es difícil. Es agotador. Es un acto de equilibrio continuo. Pero merece la pena.
Con cabeza y corazón.
Donna Ratier-Kimberley
Yo cada vez soy más selectiva y no entiendo qué gente que lucha por los derechos de los animales ,se los coma,mí madre por ejemplo tiene 92 años y se que no la voy a cambiar pero me he ido separando de mucha gente por este tema,por ejemplo jamás tendría una pareja que no fuera vegana, sería imposible la convivencia
Hola Lola, gracias por comentar. Entendemos que es muy difícil. Cada uno tiene que ver que es lo mejor para sí mismo, pero también hay que tener cuidado de no aislarse y pasarlo mal, sino al final, renunciamos a lo que creemos porque no podemos aguantar más. Pero eso es cada uno, como he dicho.