El 29 de octubre quedará marcado en el calendario para siempre, especialmente en la Comunitat Valenciana. Una concatenación de circunstancias propició las inundaciones más devastadoras que se recuerdan en nuestro país. A este drama climático habría que sumar la inacción política, que podría haber salvado muchas vidas de haber actuado correctamente, previa y posteriormente.
A fecha de hoy, hay 223 personas fallecidas y todavía faltan 3 por localizar.
Desgraciadamente, no tenemos una cifra de animales muertos. Y han sido miles.
Cómo olvidar los gritos desesperados de cientos de cerdos en un camión abandonado en la autovía la noche del 29 de octubre cuando iban de camino al matadero, o las miles de gallinas que no se permitió a los activistas rescatar de la carretera.
Los datos públicos hablan de 2.950 (cerdos, caballos, ovejas y pollos y gallinas) ahogados en ganaderías. Esta cifra no incluye animales en corrales, perros en cuchitriles inmundos, en parcelas, animales silvestres, gatos de colonias, ni aquellos animales que fueron engullidos por el agua en protectoras, hogares…
El voluntariado, que ha estado en el barro, estima en más de 50.000 los animales muertos.
Las entidades de protección animal han sufrido especialmente las consecuencias de esta catástrofe. Además de perder instalaciones, puntos de alimentación y haber rescatado a muchos animales, su voluntariado se ha visto muy afectado. Muchos han perdido sus vehículos con los que acudían a cuidar de las colonias, a recaudar donativos en rastrillos, a hacer seguimientos de adopciones, a llevar a los peludos al veterinario…
Otras han perdido sus casas, en las que convivían con animales adoptados o de acogida, y en estos momentos no pueden llevarlos a sus viviendas temporales. Incluso hay personas fallecidas que han dejado animales huérfanos y un vacío irreemplazable.
Esta catástrofe nos ha sumido en un inmenso dolor, que va a ser muy difícil de atenuar.
No obstante, si algo se ha constatado, es que la sociedad siempre va por delante de quienes nos gobiernan. Y que las personas, de forma individual o a través de organizaciones, ha demostrado una solidaridad sin precedentes, atendiendo desde el primer momento las necesidades de las víctimas.
Y los otros animales no han quedado fuera de esta ola solidaria:
. Un campo de fútbol convertido en refugio improvisado donde se centralizaron los rescates, casas de acogida y recogida y reparto de pienso, collares, mantas, medicinas, camitas…
. Rescatistas y veterinarios venidos de todas partes del mundo, incluso con ambulancias veterinarias, que han salvado miles de vidas.
. Empresas que han cedido sus naves para almacenar alimento y productos de necesidad para los animales.
. Personas que han aportado sus vehículos y han hecho miles de kilómetros repartiendo pienso, latas, heno, mantas, alpiste… permitiendo que a los animales de santuarios, refugios, colonias y hogares no les falte lo esencial.
Porque la sociedad avanza, incluso entre la recogida de alimentos para personas se incluyeron alimentos para personas veganas.
Si esta desgracia hubiese ocurrido hace una década, posiblemente los sacos de pienso apenas hubiesen estado entre los donativos y es seguro que no se hubiese filmado la imagen icónica de una mujer de Utiel rescatada en helicóptero junto a su perro y su gato.
Es evidente que la consideración hacia los animales en este país es cada vez mayor. Y seguimos trabajando para que este camino de respeto hacia los otros animales siga avanzando.
Nos quedamos con la esperanza que simboliza el canto de las aves que vuelven a escucharse en las zonas afectadas, y que muchos de los gatos que vivían en colonias han ido regresando al que consideran “su hogar”.
En estos días festivos, os pedimos solidaridad con las entidades de protección animal de las zonas afectadas. Los animales y las personas que les protegen, rescatan y cuidan, nos necesitan más que nunca.
En estas fiestas, ayudemos a mantener la llama de la esperanza.