gato riendo

El humor está en todas partes

gato riendo

No cabe duda que en este periodo que estamos viviendo el humor lo utilizamos para seguir adelante. Ahora bien, se tiende a ver a la comunidad vegana como los amargados que no dejan disfrutar de la fiesta a sus amigos. ¿Es esto verdad? Yo, personalmente, tiendo a reírme con casi todos los chistes. Aquellos que no me hacen gracia es por el simple hecho de que los he escuchado un millón de veces. Creo que esto ocurre a menudo cuando encasillan a las personas, y por ende, a los veganos nos pasa también. 

Es cierto que hay veces que por pura frustración y tristeza, es más duro reírse. No es para menos. Si uno lo piensa detenidamente, los veganos por norma general se hacen veganos porque empatizan con el sufrimiento de los animales. Cuando ven un filete en el plato de su amigo, no sólo ven un filete, sino ven el animal que ha sido maltratado durante mucho tiempo y finalmente sacrificado por el placer del paladar. Y esto resulta incomprensible. Nos resulta terrible. Para sobrevivir tenemos que abstraernos y no pensar en ello, y a veces resulta imposible.

Persona frustrada

Dicho esto, es importante recordar que el humor también sirve para unir a las personas. Cuando dos personas se ríen juntas, no solo están compartiendo un momento agradable: en el cuerpo y el cerebro ocurren procesos muy profundos, coordinados y medibles. La ciencia ha estudiado este fenómeno desde la neurobiología, la psicología social y la evolución. El cerebro libera dopamina, una hormona relacionada con el placer. Esta recompensa se multiplica cuando la risa es compartida, por eso “reírse juntos” resulta más placentero que reírse solo. Se liberan hormonas de conexión, especialmente oxitocina, conocida como la “hormona del vínculo”. Esto fortalece la sensación de cercanía, confianza y seguridad mutua. Es por ello que el humor es una de las herramientas más poderosas que tenemos para generar simpatía, y debemos usarla. 

Un detalle precioso sobre la neurociencia

Detrás de esta reflexión me queda otra que me da especialmente rabia. Chistes sobre veganos hay muchos. Sobre la industria cárnica, no conozco ninguno. ¿Quizá sería el momento de buscar humor detrás de los que están provocando la masacre? Es decir, no sólo tacharlos de bárbaros, sino también reírnos de ellos.

¿Os sabéis algún chiste hacia la industria cárnica?

Con cabeza y corazón.

Donna Ratier-Kimberley

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Hamburguesa Vegana

El mundo al revés

El mundo está patas arriba. No sabemos por dónde empezar. Son tantas las cosas que hay que arreglar, que hacer una lista y priorizar parece imposible.

Y sin embargo, parece que hay quienes tienen claro cuál es el principal problema. La Unión Europea vota para prohibir el uso de «hamburguesas vegetarianas» y «salchichas de origen vegetal».

Sí, justo eso. No la crisis climática, ni la explotación animal, ni la contaminación de los ríos o la pérdida de biodiversidad… No. El verdadero drama es que alguien compre una hamburguesa vegetal y… ¡le guste!

¿Cuál es exactamente el problema? En todos los envases se indica claramente que son veganas. Tienen un público específico, y nadie se confunde. Tal vez el conflicto sea puramente semántico: no está bien —dicen— que se llame hamburguesa a algo que no implique sufrimiento ni tortura hacia un animal.

Me recuerda a cuando, hace veinte años, se discutía si una unión entre dos personas del mismo sexo podía llamarse “matrimonio”. La palabra, decían, pertenecía a la Iglesia. Hasta que, con el tiempo, el sentido común y la justicia se impusieron: una boda civil entre hombres o mujeres también es un matrimonio.

Quizá este empeño con las etiquetas venga de ahí: de una necesidad de proteger palabras, aunque detrás de ellas haya realidades mucho más crueles que cualquier juego lingüístico.

Pero esta preocupación por la nomenclatura pasa por ser preocupante cuando afecta a una industria poderosa. Porque sino, ¿cómo se explica el caso por ejemplo de los sorbetes? El sorbete se diferencia al helado por no llevar ni leche, ni huevos ni nada que se le parezca, en cambio, muchas veces debemos comprobar el etiquetado porque no es así.

O en los huevos de “gallinas camperas”, con su número 1 bien visible y sus dibujos idílicos de aves felices al sol. Sabemos que no es así. Aunque tengan acceso al exterior, muchas veces las salidas al campo son limitadas (a veces pequeñas puertas a un recinto exterior). Esas gallinas viven en naves y hacinadas, los machos son sacrificados al nacer, y las hembras son sacrificadas cuando dejan de ser “productivas”. Pero ahí no estamos engañando a nadie, no como con los nuggets veganos.

Así que nada, antes de ayudar a los animales, parece que debemos dedicarnos a reetiquetar los productos veganos. Dejar claro que las hamburguesas son sólo hamburguesas si hay sufrimiento detrás.

El planeta arde, los mares se llenan de plástico, y los animales mueren a millones… pero al menos las hamburguesas llevan el nombre correcto. Qué tranquilidad.

Dejando de lado la ironía, que se llamen hamburguesas o vegamburguesas nos importa poco. Lo triste es que la preocupación sea esa: que haya quien invierta tiempo, energía y dinero en debatir una palabra mientras los animales siguen pagando el precio real.

Con cabeza y corazón.

Donna Raiter-Kimberley

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