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¿Vale menos una vida breve?

¿Vale menos una vida breve?

Por qué debemos dejar de despreciar a los insectos

Cuando se trata de valorar la vida de otros animales, los humanos no siempre somos tan racionales como creemos. Una de nuestras ideas más instaladas —aunque rara vez confesada— es que las vidas breves valen menos. Cuanto más corta es la existencia de un ser vivo, menos nos cuesta quitarla de en medio. Y si ese ser es pequeño y silencioso, entonces ni siquiera solemos reparar en ella. Es lo que ocurre con los insectos: mueren a millones, a veces en un instante, y casi nadie se detiene a pensar en lo que eso significa para ellos.

Sin embargo, ¿realmente es justo valorar menos una vida solo porque dura menos tiempo?

El mito de los insectos efímeros

Muchas personas creen que todos los insectos viven apenas unos días, como si su presencia fuera tan breve que no mereciera nuestra atención ni respeto. Este prejuicio tiene algo de cierto, pero también mucho de falso. Es verdad que algunos insectos, como las efímeras (Ephemeroptera), viven solo unas horas en su fase adulta (Barber-James et al., 2008). Lo mismo ocurre con ciertas mariposas que sobreviven apenas una o dos semanas.

Pero hay otros insectos cuya longevidad sorprende:

  • La reina de una colonia de termitas puede vivir hasta 30 años, siendo uno de los insectos más longevos conocidos (Thorne et al., 1999).
  • La cigarra mágica (Magicicada septendecim) pasa 17 años bajo tierra antes de emerger para unas pocas semanas de vida adulta (Williams & Simon, 1995).
  • Algunas larvas de escarabajos cerambícidos, como el Ergates faber, pueden vivir hasta 10 años dentro de la madera antes de convertirse en adultos.
  • Las reinas de ciertas hormigas carpinteras pueden vivir más de 15 años.
  • Y el escarabajo ciervo, una de las especies más emblemáticas de Europa, tiene una fase larvaria que dura entre 3 y 7 años (Ranius, 2002).

La vida de los insectos es, por tanto, mucho más diversa —y duradera— de lo que imaginamos. Lo que sucede es que muchas de esas vidas transcurren fuera de nuestra vista. Y lo que no vemos, rara vez lo valoramos.

¿Menos años, menos valor?

En situaciones de emergencia, incluso entre humanos, solemos aplicar un criterio parecido: se salva antes a un niño que a un anciano. Esa decisión está motivada por una lógica de “años por vivir”, una especie de cálculo implícito del valor futuro de la vida.

Este razonamiento ha sido muy discutido en bioética. La filósofa Christine Korsgaard defiende que el valor de una vida no debería depender de cuánto le queda, sino de lo que representa para quien la está viviendo (Korsgaard, 2018). Y la moralista Martha Nussbaum sostiene que la duración no puede ser el único criterio para atribuir valor: cada vida, aunque sea breve, es completa desde la perspectiva del ser que la vive (Nussbaum, 2006).

Aplicado a los insectos: si una mariposa solo vive 15 días, esos 15 días son su vida entera, su mundo, su oportunidad de existir. ¿Qué derecho tenemos a menospreciarla por ser corta?

El sesgo del tamaño

No solo la duración influye en cuánto valor otorgamos a una vida: también el tamaño. Entre dos animales con la misma esperanza de vida, solemos otorgar mayor importancia a aquel que es más grande o se parece más a nosotros. Este sesgo se observa tanto en nuestra relación con otros humanos como con los animales: un elefante nos inspira admiración y respeto, mientras que un ratón o un grillo, con idénticos años por delante, apenas despiertan nuestra atención.

El filósofo Peter Singer ha señalado que esta preferencia por los animales grandes es arbitraria y moralmente irrelevante: el tamaño no determina la capacidad de sufrir ni el valor intrínseco de una vida. Desde una perspectiva ética, la capacidad de sentir —no el volumen del cuerpo— debería ser el criterio relevante. Un animal pequeño vive su vida con la misma intensidad y plenitud que uno grande, y su sufrimiento no es menor por ocupar menos espacio en el mundo.

El sesgo del sufrimiento breve

Desde la psicología, sabemos que la empatía humana es selectiva. Solemos responder más ante una víctima identificable y cercana que ante millones de seres desconocidos (Slovic, 2007; Small & Loewenstein, 2003). Y si además esas víctimas son pequeñas, breves y silenciosas, el “apagón empático” se vuelve casi total.

Sin embargo, investigaciones recientes han mostrado que muchos insectos poseen sistemas nerviosos lo bastante complejos como para sentir dolor (Adamo, 2016; Elwood, 2019). Las abejas, por ejemplo, muestran emociones positivas ante recompensas inesperadas, lo que sugiere una vida emocional rudimentaria pero real (Perry et al., 2017). Las moscas, grillos o cucarachas también presentan comportamientos de aprendizaje, memoria y evitación del daño.

Entonces, ¿cuánto vale el dolor de un insecto? Si solo va a vivir unos días, ¿importa menos que el dolor de una vaca, de un perro o de una persona?

El peso moral de lo pequeño

El filósofo Jeff Sebo propone una idea provocadora pero muy necesaria: una ética de escala. Aunque el sufrimiento de un insecto pueda ser menos intenso o breve que el de un animal más grande, el número de insectos afectados en la agricultura, ganadería y vida urbana es tan inmenso que su sufrimiento total no puede seguir ignorándose (Sebo, 2022).

Y lo más inquietante es que muchos de esos insectos son víctimas invisibles de nuestras decisiones cotidianas, desde el uso de pesticidas hasta el transporte industrial o la explotación de grillos como “proteína alternativa”. La idea de que “solo son insectos” ha servido durante siglos como excusa para no mirar.

Conclusión: no es su brevedad, es nuestro prejuicio

Los insectos no valen menos porque vivan menos. Valen menos porque así lo hemos decidido. Porque su vida nos parece ajena, corta o insignificante. Pero para ellos, cada segundo cuenta. Cada día es todo lo que tienen. Cada vida es un universo entero.

Si de verdad creemos en la empatía, en la justicia y en el respeto hacia todos los seres sintientes, entonces debemos empezar a mirar también a los insectos. No porque sean útiles. No porque vivan más. Sino porque están vivos. Y sienten. Y su vida importa.

Además, es urgente abrir este debate porque la industria alimentaria está empezando a promover el consumo de insectos como una supuesta alternativa sostenible a la carne, vendiéndolos como “proteína del futuro”. Pero sustituir vacas por grillos no resuelve el problema ético de fondo: seguir usando a seres sintientes como ingredientes. La alternativa verdaderamente compasiva no pasa por comer insectos, sino por dejar de considerar a los animales —grandes o pequeños, con años de vida o con segundos— como recursos comestibles.

Porque aunque su vida dure un suspiro, merecen vivirla en paz.

Con cabeza y corazón


Referencias

  • Adamo, S. A. (2016). Do insects feel pain? Animal Behaviour, 118, 75–79.
  • Barber-James, H. M., et al. (2008). Global diversity of mayflies. Hydrobiologia, 595, 339–350.
  • Elwood, R. W. (2019). Do insects feel pain? Animal Sentience, 25(1).
  • Korsgaard, C. M. (2018). Fellow Creatures: Our Obligations to the Other Animals. Oxford University Press.
  • Nussbaum, M. C. (2006). Frontiers of Justice. Harvard University Press.
  • Ranius, T. (2002). Population ecology of beetles in hollow oaks. Biological Conservation, 104(1), 1–13.
  • Sebo, J. (2022). Saving Animals, Saving Ourselves. Oxford University Press.
  • Singer, P. (1975). Animal Liberation. New York: HarperCollins.
  • Slovic, P. (2007). Psychic numbing and genocide. Judgment and Decision Making, 2(2), 79–95.
  • Small, D. A., & Loewenstein, G. (2003). Helping a Victim or Helping the Victim: Altruism and Identifiability. Journal of Risk and Uncertainty, 26(1), 5–16.
  • Williams, K. S., & Simon, C. (1995). The ecology, behavior, and evolution of periodical cicadas. Annual Review of Entomology, 40, 269–295.

Por Donna Ratier-Kimberley

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Peter Singer en Phair 2025

Filosofía, empatía y activismo: PHAIR 2025 en Edimburgo

Cartel del Phair 2025

Entre el 2 y el 5 de julio, nuestra compañera, Donna Ratier-Kimberley, tuvo la oportunidad de asistir a PHAIR 2025, la conferencia internacional sobre filosofía y defensa animal que se celebró en la Universidad de Edimburgo. Bajo el lema Animal Advocacy Conference, el evento reunió a personas investigadoras, activistas y comunicadoras de todo el mundo para reflexionar juntas sobre nuestras relaciones con los demás animales.

¿Qué es PHAIR?

PHAIR (Philosophy and Animals International Research) es una organización que promueve el análisis filosófico y científico de las relaciones humano-animales, con un enfoque en la justicia, la ética aplicada y la incidencia política. A través de su congreso cada dos años, facilita el encuentro entre el mundo académico y el activismo, apostando por una filosofía al servicio del cambio social.

La chispa de Singer y la pregunta clave

La conferencia arrancó con la charla pública de Peter Singer, siempre inspirador por su claridad y compromiso ético. Aunque sus ideas han sido ampliamente debatidas y matizadas, su capacidad para seguir impulsando el debate moral en torno al especismo y la responsabilidad individual sigue siendo poderosa.

Ya en el programa académico, una de las charlas más destacadas fue la Keynote de Christopher Hopwood, titulada Humans’ reasons for and against eating animals. A partir de estudios recientes, se analizaron las razones que la gente da para seguir comiendo carne: el sabor, la presión social, las creencias erróneas sobre la salud, el tiempo, o el coste percibido de una dieta vegana. Lo interesante fue ver cómo muchas de estas razones, aunque frágiles desde un punto de vista ético o científico, predicen el comportamiento con bastante eficacia. Esto nos recuerda que, para cambiar hábitos, no basta con tener la razón: necesitamos estrategias que respondan a barreras emocionales, sociales y culturales.

Medios de comunicación: cuando el veganismo se convierte en chiste


Otra sesión reveladora fue el simposio Animals in Art and Media, donde se abordó el papel de la radio, la televisión y los libros en la percepción social del veganismo y de los animales. Como señaló Bronwen Wilson en su análisis sobre la BBC, la representación especista en los medios es sistemática: cuando el veganismo aparece, a menudo es para ridiculizarlo, y muchas veces ni siquiera se considera una opción seria. Esta invisibilidad (o peor, caricaturización) perpetúa la idea de que el respeto hacia los animales no humanos es algo marginal o excéntrico.

¿Dónde están los hombres veganos?

Una cuestión que se repitió en varias ponencias fue la diferencia de género en el veganismo. Según diversos estudios presentados (como los de Dalila Virgolini y Luke McGuire), las mujeres representan más del 70% del colectivo vegano en muchos países. ¿Por qué? Una de las hipótesis más sólidas apunta a que el veganismo se percibe culturalmente como algo «no masculino». En palabras de McGuire, ser vegano aún no encaja con los estereotipos de «macho», y esto se interioriza desde edades muy tempranas. Detectar este sesgo y trabajar sobre él es fundamental si queremos ampliar nuestro alcance.

Violencia doméstica: cuando los animales también son víctimas

Uno de los momentos más conmovedores fue escuchar a Mary Wakeham hablar sobre Animal Abuse as a Strategy of Coercive Control. Su intervención puso luz sobre una realidad apenas conocida: los animales que viven en hogares con violencia de género también sufren maltrato directo, y muchas veces las víctimas humanas no pueden escapar porque temen por la seguridad de sus animales. La organización que presentó trabaja precisamente para ofrecer refugio a animales en estas situaciones. Este enfoque interseccional —que conecta distintas formas de violencia— fue uno de los más potentes del congreso.

Zoológicos: colonias disfrazadas de parques

Por último, quiero destacar una ponencia que me impactó especialmente: la que cuestionaba el papel de los zoológicos como formas contemporáneas de colonialismo. Más allá de sus pretensiones educativas, los zoos reproducen estructuras de poder, control y exotización que vulneran los derechos más básicos de los animales. La charla nos invitó a imaginar formas éticas de relacionarnos con la vida salvaje sin encierro ni espectáculo.

Volví de Edimburgo con la mente llena de ideas y el corazón más convencido que nunca de que la filosofía, la ciencia y la empatía pueden (y deben) ir de la mano. En tiempos de confusión y retroceso, espacios como PHAIR nos recuerdan que construir un mundo más justo para todos los seres sintientes no solo es posible: es urgente.

PHAIR es mucho más que un congreso académico. Es un recordatorio de que el cambio empieza por cuestionarlo todo: desde lo que comemos hasta lo que normalizamos como “entretenimiento”.

Qué es lo que más destacaría

Una de las cosas que más me llamaron la atención fue como todos, tanto los ponentes como los asistentes, estaban de acuerdo en que la discriminación por la dieta no lleva a ningún lado, es más, es contraproducente. Y yo no podría estar más de acuerdo. Me explico. Se llegó a la conclusión en muchas de las ponencias (sobre todo las relacionadas con la dieta vegana) que discriminar a los vegetarianos u omnívoros era un error. Muchas personas son animalistas, pero siguen teniendo una dieta omnívora. No les debemos juzgar, sino informar con un planteamiento amigable, no desde la frustración, que, seamos sinceros, es completamente comprensible. Pero lo cierto es que juzgando lo único que conseguimos es una confrontación que la mayoría de las veces conlleva al rechazo. Hacer sentir mal a la gente no es el camino. Debemos ser empáticos entre nosotros también y recordar que la mayoría de nosotros estuvimos en su situación en el pasado. Debemos escuchar, informar, y cuidar a todos aquellos que se interesen por los animales. Y estoy segura que más pronto que tarde, se harán veganos.

Foto de grupo Phair 2025

Donna Ratier-Kimberley

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sintiencia animal

La Declaración de Cambridge sobre la Consciencia

Sintiencia animal

Los humanos no son los únicos que poseen sustratos neurológicos generadores de consciencia. Los animales no humanos, incluidos todos los mamíferos y las aves, y muchas otras criaturas, incluyendo los pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos.

El 7 de Julio de 2012, un prestigioso grupo internacional de neurocientíficos cognitivos, neurofarmacólogos, neurofisiólogos y neurocientíficos computacionales, se reunieron en la Universidad de Cambridge para revaluar los sustratos neurobiológicos de la experiencia consciente y los comportamientos relacionados con ésta, tanto en animales humanos como en no humanos. Mientras que la investigación comparativa en este campo, se ve naturalmente obstaculizada por la incapacidad de los animales no humanos, y a menudo humanos, para comunicar claramente sus estados internos, se pueden afirmar las siguientes observaciones de manera inequívoca:

• El campo de la investigación de la consciencia está evolucionando muy rápidamente. Se han desarrollado numerosas técnicas y nuevas estrategias para la investigación en animales humanos y no humanos. Por lo tanto, disponemos de más datos que llevan a una re-evaluación periódica de los conceptos aceptados en este campo. Los estudios de animales no humanos muestran que circuitos cerebrales homólogos correlacionados con la experiencia y la percepción consciente, pueden ser activados o interrumpidos selectivamente con el fin de determinar si son necesarios o no para esas experiencias. Por otra parte, el desarrollo de nuevas técnicas no invasivas, facilitan el estudio de las correlaciones de la consciencia en humanos.

• Los sustratos neurológicos de las emociones no parecen limitarse a las estructuras corticales. De hecho, las redes neuronales subcorticales relacionadas con los estados afectivos en los humanos, son de crucial importancia en la generación de comportamientos emocionales en los animales. La excitación artificial de las mismas regiones del cerebro, generan una conducta y estados de ánimo equivalentes en humanos y en no humanos. Cuando se estimulan ciertas áreas del cerebro, se evocan comportamientos emocionales innatos en los animales no humanos. Muchos de los comportamientos resultantes son consistentes con los estados emocionales experimentados, incluidos los estados internos relacionados con áreas de recompensa. La estimulación cerebral profunda de estos sistemas en humanos también puede generar estados afectivos similares. Los sistemas asociados con el afecto se concentran en regiones subcorticales, donde abundan las analogías neuronales. Los humanos jóvenes y los no humanos sin neocórtex conservan estas funciones cerebro-mente. Además, los circuitos neurológicos que constituyen los estados de comportamiento/electrofisiológicos de la atención, el sueño y la decisión parecen haber surgido en la evolución tan pronto como aparecieron los primeros invertebrados, siendo evidente en insectos y moluscos cefalópodos (p. ej. el pulpo).

Declaración de cambridge

• Los pájaros también parecen ofrecer, a través de su comportamiento, de la neurofisiología y de la neuroanatomía, un caso notable de evolución paralela de la consciencia. Se ha podido observar la rotunda evidencia de niveles casi humanos de consciencia en los loros grises africanos. Mamíferos y aves parecen compartir redes neurológicas de las emociones y microcircuitos cognitivos mucho más parecidos de lo que se pensaba. Además ciertas especies de aves exhiben patrones neurales de sueño similares a los de los mamíferos, incluyendo el sueño REM, y como se demostró en los pinzones cebra, patrones neurofisiológicos que antes se creían propios sólo del neocórtex de los mamíferos. Se ha demostrado que las urracas en particular presentan similitudes sorprendentes con los humanos en los estudios de autorreconocimiento en el espejo, así como sucede con los grandes simios, los delfines y los elefantes.

• En los humanos, el efecto de ciertos alucinógenos parece estar asociado con la perturbación de los procesos de alimentación y retroalimentación cortical. Las intervenciones farmacológicas en animales no humanos, con compuestos conocidos que afectan al comportamiento consciente en humanos, también puede conducir a perturbaciones similares en animales no humanos. En humanos, existen claras evidencias que sugieren que la consciencia se correlaciona con la actividad de la corteza cerebral, lo que no excluye posibles contribuciones de otras áreas, como la subcortical o el procesamiento de la corteza primaria en la percepción visual. La evidencia de que las emociones tanto en humanos como en animales no humanos surgen de las mismas redes cerebrales, aporta la prueba fehaciente de una evolución común hacia las mismas cualidades afectivas de las experiencias individuales. Declaramos lo siguiente: “La ausencia de un neocórtex no parece excluir la capacidad de un organismo para experimentar estados afectivos. Esto evidencia que los animales no humanos poseen sustratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de estados de consciencia, junto con la capacidad de exhibir comportamientos intencionales. En consecuencia, el peso de la evidencia indica que los humanos no son los únicos que poseen sustratos neurológicos generadores de consciencia. Los animales no humanos, incluidos todos los mamíferos y las aves, y muchas otras criaturas, incluyendo los pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos”.

* La Declaración de Cambridge sobre la Consciencia fue escrita por Philip Low y revisada por Jaak Panksepp, Diana Reiss, David Edelman, Bruno Van Swinderen, Philip Low and Christof Koch. La Declaración fue hecha pública en Cambridge, Reino Unido, el 7 de julio de 2012, en la ‘Conferencia sobre la Consciencia en Humanos y Animales no Humanos’ en memoria a Francis Crick, celebrada en el Churchill College de la Universidad de Cambridge, por Low, Edelman y Koch. La Declaración fue firmada por las personas participantes de la conferencia esa misma tarde, en presencia de Stephen Hawking, en la Balfour Room del Hotel du Vin en Cambridge, Reino Unido. La ceremonia de la firma fue cubierta por CBS 60 Minutes.

†La Declaración de Cambridge sobre la Conciencia fue escrita como resumen de la Conferencia en memoria de Francis Crick, organizada por Philip Low en la Universidad de Cambridge. Si bien es indiscutible que todos los vertebrados, incluidos los peces y los reptiles, poseen los sustratos neurológicos de la conciencia, y que hay evidencia adicional muy sólida que respalda que los invertebrados, incluidos, entre otros, los crustáceos decápodos, los moluscos cefalópodos y los insectos, también los poseen, solo los pulpos fueron nombrados explícitamente porque hubo una presentación científica sobre ellos en la conferencia.

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